Del Dépor y la incertidumbre morada

 

Escartin

 

El domingo acabó de rodar el balón en los campos de fútbol de Segunda Federación, y como todos saben a estas alturas, el Club Deportivo Guadalajara cerró la temporada goleando al Mensajero (6-2) para certificar por segundo año consecutivo la permanencia en esta cuarta categoría del fútbol español.

Una salvación in extremis en la última jornada que, aunque parecía cosa hecha apenas un mes antes, se complicó sobremanera y de modo inesperado en las últimas semanas. Al final el Dépor acaba décimo, empatado a 46 puntos con noveno y octavo. Una justa media tabla, un “ni chicha ni limoná”, que además es engañoso tanto por arriba como por abajo. Sirvan dos datos: el descenso ha estado a solo dos puntos de distancia (si se hubiera empatado el domingo, hoy seríamos de Tercera), pero, al tiempo, jugar incluso fase de ascenso fue una opción perfectamente viable hasta solo un mes antes del fin de temporada. Tal ha sido la igualdad de este Grupo V de 2ª RFEF, donde sólo cinco puntos han distanciado al Cacereño (49 puntos, 6º, y que jugará Copa del Rey) del modesto Llerenense (44 puntos, 14º y descendido). Una locura, en suma.

Al Guadalajara le han pesado sobremanera los errores defensivos a lo largo de todo el año (el equipo ha encajado una cantidad de goles casi obscena, que en condiciones normales nos hubiera mandado al descenso), pero lo ha podido compensar gracias a su alegre faceta ofensiva. La paradoja es que el Dépor ha sido el tercer equipo más goleado del campeonato, pero también el tercer máximo anotador. Ya ven.

Zanjado este análisis deportivo, un tanto apresurado por obvio, lo que se antoja menos concreto es el futuro inmediato de la que es la entidad deportiva más importante de la provincia. Y hablo de cara a la próxima campaña, y también las venideras. El proyecto del actual entrenador parece agotado (el próximo viernes todo apunta a que Gonzalo Ónega se despedirá de los aficionados, pues de hecho ya lo dejó más que claro el otro día). Y las caras, gestos y actitudes de la propia plantilla en el último partido evidencian también que este verano va a haber una auténtica desbandada general en el grupo de futbolistas. Es un plantel en el que hay un núcleo central, media plantilla, que lleva en el club desde el ascenso de la temporada 21-22.

Hay por tanto incertidumbre en el banquillo e incertidumbre respecto a los jugadores. Mucha. Pero, sobre todo, la mayor de las “incertidumbres moradas” es la que afecta al futuro societario de la entidad, a una propiedad enfrascada en una operación de venta de la mayoría accionarial, pero que lleva semanas estancada. Sólo la resolución de esta última, esperemos que lo antes posible, puede despejar el resto de incógnitas.

Está ya muchas veces contada la historia del argentino Néstor Ruiz, el propietario mayoritario que llegó hace algo más de un lustro, cayendo en el Dépor medio de rebote, preocupado porque su hijo futbolista no cobraba. Era el tiempo en el que el club quedó, yo aún no sé muy bien por qué, en manos de aquel personaje ignoto llamado Morris Pagniello, que apareció por la Alcarria de la nada, aprovechando el vacío que había quedado cuando el anterior propietario, Germán Retuerta, casi arruina a la entidad y la sume en la desaparición, arruinando su propio legado como presidente.

El caso es que Néstor Ruiz acabó salvando a un club que se iba por el sumidero. Y lo hizo poniendo trabajo, y bastante pasta. Mucho. Y al tiempo, puso orden en las cuentas, levantó la suspensión de pagos, se rodeó de buenos profesionales, y generó una ilusión que se había desvanecido años antes.

Es evidente que el grupo inversor argentino que ha pilotado la nave en estos cinco años lo ha hecho con notable acierto y trabajo certero. En especial en lo social, lo económico, y en la creación de estructura, de sobresaliente. Se han rodeado de profesionales muy capaces (destacaré a personas valiosísimas como el director comercial Hernán García; el presidente-gestor, Carlos Ávila, o el magnífico equipo de Comunicación, Redes y Publicidad, con David Loeches y Juan Colubi; entre otros). Pero dicho lo anterior, lo que también es obvio es que en estos momentos el proyecto no da más de sí.

Las dificultades económicas que atraviesa ahora Ruiz son evidentes, y supongo que en parte ha quedado lastrado por los problemas reputacionales que le han generado en Argentina las informaciones que le vinculaban con redes criminales de blanqueo de dinero del narcotráfico. Un bombazo que nos hizo temer lo peor a todos en Guadalajara, pero que la verdad es que con el paso de los meses se ha diluido, hasta el punto de que Ruiz ni siquiera se encuentra en proceso judicial alguno. Al menos de momento.

El caso es que el club (la mayoría accionarial del mismo) ha puesto el cartel de “Se Vende”, como acertadamente adelantó en primicia este diario digital. Y lo está porque es el único modo de que el buen trabajo realizado en cinco años no se vaya por el sumidero en los próximos meses. Me consta que la venta que estaba más que cerrada y pactada con un inversor italiano, pero sin embargo no ha terminado de producirse. Quiero imaginar que la propia expectación de no cerrar la permanencia hasta el pasado domingo es la que ha paralizado las cosas, y espero y deseo que, una vez certificada la salvación, todo se retome.
Porque la realidad es que sólo eso, culminar una operación que permita la llegada de un nuevo socio mayoritario, puede despejar en estos momentos las incógnitas que todos los aficionados tenemos en mente. Y no hay mucho tiempo, pero sí mucho trabajo por delante. Empezando por liquidar este ejercicio, abonando pagos pendientes a jugadores, profesionales o proveedores. Y siguiendo por encontrar nuevas personas que consoliden el futuro. Desde un nuevo director deportivo de garantías (muchos añoramos a Paco Gallardo), a una plantilla que esté a la altura de la historia del club, la ciudad y sus expectativas. Y por supuesto, un entrenador que trate de mejorar lo conseguido por Gonzalo Ónega en estos cuatro años (y no será fácil, a pesar de las muchas críticas que ha recibido de buena parte de la afición, muchas veces con motivo, aunque otras con menos razón).

Los nuevos propietarios probablemente también querrán aligerar la estructura de costes en la que se ha metido el club (la ciudad responde mucho más de lo que lo hacía hace cinco años, pero aún por debajo de lo que permitiría la viabilidad). Y, además, a medio plazo, queda por desarrollar el proyecto económico y social que se quería levantar entorno a la gestión del Pedro Escartín (recordemos que la propiedad tiene unas importantes obligaciones que cumplir en el campo de fútbol, a cambio de esa concesión a 50 años que solicitó y consiguió del Ayuntamiento).

Pero seamos optimistas, porque hoy el club tiene mimbres para serlo. Néstor Ruiz va a dejar la propiedad con algunos problemas, y no pequeños. Pero son infinitamente menores de los que había cuando llegó. Hoy el Dépor tiene más de 3.000 socios, que no está nada mal para Segunda RFEF; tiene una cantera pujante y recuperada, con cientos de niños y niñas. Tiene patrocinadores y colaboradores que se habían perdido. Y tiene un campo de fútbol que pueden explotar en exclusiva. Genera ilusión, y hasta cuenta con nuevas peñas de entusiastas aficionados.

Sinceramente creo que, si quien llegue a la propiedad a partir de las próximas semanas lo hace igual de bien que los anteriores gestores, el Dépor tendrá futuro. Pero la incertidumbre debe despejarse ya, y con más contundencia de la demostrada por nuestra defensa en esta temporada. Porque la alternativa sí que sería catastrófica, y esa no hay Morcillo, Iván Moreno ni goleador alguno que la pudiera compensar.

ÓSCAR CUEVAS MORAL
Periodista y socio nº 154 del Club Deportivo Guadalajara

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