Defender la democracia cuando más falta hace

 

En España, la democracia no nació de la nada ni se impuso por inercia histórica: se construyó. Costó consenso, valentía política, cesión de privilegios y la voluntad mayoritaria de avanzar hacia un país más libre, plural y justo. La fortaleza de nuestro sistema democrático no reside únicamente en unas instituciones que funcionan o en una Constitución que ha garantizado décadas de estabilidad. Su verdadera fuerza está en la convicción ciudadana de que la convivencia, el respeto y el diálogo son pilares irrenunciables.

Sin embargo, en los últimos años asistimos a un fenómeno preocupante: el ascenso de discursos extremistas que cuestionan los avances logrados durante décadas. Algunas formaciones de la derecha y, especialmente, de la ultraderecha han adoptado posturas que no solo tensan la convivencia, sino que erosionan activamente los consensos básicos que hicieron posible nuestra democracia. Convertir la crispación en herramienta política, difundir dudas sobre la legitimidad institucional y atacar los acuerdos que sostienen nuestro marco de derechos no es una estrategia inocua: es una amenaza.

No se trata de un debate ideológico entre izquierda y derecha —imprescindible y sano en cualquier democracia— sino de algo más profundo: la deriva hacia posiciones que normalizan la desinformación, demonizan al adversario político y utilizan la agitación emocional como arma. Esta tendencia pone en riesgo aquello que nos ha hecho avanzar como sociedad. España ha construido una de las democracias más sólidas y reconocidas de Europa, consolidada sobre libertades civiles, pluralismo político, igualdad ante la ley y un Estado del bienestar fruto Eusebio Robles vicesecretario de Coordinación PSOE Guadalajara 2del compromiso colectivo. Cuestionar estos logros desde planteamientos extremos no solo empobrece el debate público: abre grietas que otros países ya han pagado caro.

En tiempos de incertidumbre global, es tentador abrazar discursos fáciles, soluciones mágicas o relatos que prometen recuperar una supuesta esencia perdida. Pero la democracia no se alimenta de nostalgias ni de simplificaciones: se fortalece con responsabilidad, honestidad y voluntad de acuerdo. España necesita un debate político exigente, pero también respetuoso; firme, pero constructivo; crítico, pero no destructivo.

La defensa de la democracia no pertenece a una ideología concreta ni a un partido: es una tarea colectiva. Requiere rechazar la polarización tóxica, valorar los avances conseguidos y exigir a quienes aspiran a gobernar que lo hagan desde el respeto a las reglas del juego democrático. No debemos olvidar que los derechos y libertades que hoy disfrutamos —la libertad de expresión, la igualdad de género, el reconocimiento de la diversidad, la protección social, la descentralización territorial— no son regalos, sino conquistas ganadas con esfuerzo y consenso.

En este contexto, alzar la voz en defensa de la democracia no es un gesto retórico, sino un acto de responsabilidad. España merece un futuro construido desde la pluralidad, el respeto y la convicción de que solo un debate democrático robusto, no contaminado por extremismos, puede seguir garantizando el progreso y la convivencia que tantas generaciones anhelaban.

La democracia española ha demostrado ser fuerte. Ahora nos toca demostrar que también sabemos defenderla.

Eusebio Robles

Vicesecretario de Coordinación y portavoz de PSOE Guadalajara

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