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Joaquín… o la importancia del panadero de pueblo

El de Maranchón deja la actividad tras más de treinta años de servicio a dieciocho núcleos de población

Joaquin panadero Maranchón 1 Mar Morales sal sosaFoto: Mar Morales @sal_sosa

El silencio se desliza entre las casas, junto a los muros viejos y los árboles al borde de la carretera. Tan sólo algún perro recuerda la vida con sus ladridos. Una furgoneta asoma a la entrada del pueblo anunciándose con insistentes golpes de bocina. El ruido rompe la monotonía de la mañana, pero se agradece. No se puede comer sin pan.

 

Joaquin panadero Maranchón  2 Mar Morales sal sosaFoto: Mar Morales @sal_sosaEste martes Joaquín tocó la bocina por última vez. El final de octubre dio carpetazo a más de media vida llevando el pan a los hogares que aún resisten. Treinta y dos años de horno y furgoneta, de patear las curvas de los caminos…

El panadero de Maranchón dice adiós a las barras, las hogazas y los bollos, deja el reparto en otras manos para dedicarse a nuevas tareas. Su despedida ha calado hondo porque, en zonas como esta de la provincia, a caballo entre Sigüenza y Molina, lo suyo es mucho más que una profesión.

Para entender la importancia de la labor de Joaquín de Pedro, panadero de pueblo, hay que hacer un ejercicio de reconocimiento geográfico. Ponernos en situación. Su área de reparto ha abarcado un total de dieciocho municipios o núcleos de población en la Serranía del Ducado. Desde su panadería ha surtido a Maranchón, Clares, Codes y Balbacil, entidades pertenecientes al propio municipio. Ha atendido también a Luzón, Ciruelos y Mazarete, incluida la Dehesa de Solanillos, así como Anquela, con el núcleo de Tobillos.

Joaquin panadero Maranchón 3Algo más allá su pan lo han comido en Ablanque y La Riba, con sus barrios de La Loma y Ribarredonda. Su bocina ha sonado, además, en Saelices de la Sal, Ocentejo, Villar de Cobeta y La Olmeda.

“A diario he ido, únicamente a ocho pueblos, incluido Maranchón”, afirma Joaquín “los demás los alternaba, día sí, día no, o bien me acercaba lunes y viernes, o solo los miércoles".

"Al final esto es un negocio y tienes que mirar la distancia y el gasto de gasoil. Yo he querido ir a los sitios, pero llega un momento en que no puedes poner dinero. Con no ganar ya me conformaba, pero perder…eso ya no”.

Habitantes

Negocio y servicio. Finos matices cuando hablamos de una zona que, según las cifras oficiales, cuenta con un total 651 personas censadas. Mazarete, por ejemplo, tiene 37 habitantes, Ciruelos alberga 32 y Ocentejo apenas cuenta con 25. “Te acercas a vender, no hay más. Hay un pueblo en el que sólo vendo dos barras, pero son personas y también comen". Llegas a un acuerdo con ellos y les dices, “si no vas a estar me das un toque y como es la única casa que hay, no me acerco”.

El tiempo es duro por estos lares. El viento, la nieve y las heladas no suelen faltar en invierno, lo que dibuja un escenario de doble dificultad para la labor de un vendedor ambulante. Poca gente y frío en el camino. Pero es en esos momentos, precisamente, cuando más se valora el esfuerzo diario de llevar el pan.

Joaquin panadero Maranchón 4

Porque Joaquín, con buen o mal tiempo, Joaquín no ha faltado a su deber. “Me he ido apañando como he podido. Me he comprado un todoterreno, le ponía ruedas, he roto muchas cadenas; pero tenía que acercarme a vender pan, era una obligación y un compromiso. Creo que, en estos 32 años, tan sólo he faltado dos días”.

Y es así como, jornada tras jornada, año tras año, la furgoneta de Joaquín ha transmitido un mensaje en esta parte de la provincia, como en las demás zonas rurales lo hacen otros panaderos. Y es que las personas mayores de los pueblos pequeños, por muy aisladas que estén, no se encuentran solas. Alguien se acuerda de ellas.

“Esa es la vida de los pueblos, el compañerismo y el estar atento a las necesidades de la gente. Yo hasta he arreglado y configurado televisores a los más mayores. A ellos les hace falta una cosa y tu te encuentras allí en ese momento, pues ya está”, asegura Joaquín, con toda la naturalidad “antes los pueblos eran así, a ti te hacía falta algo y todo el mundo corría a echarte una mano. Creo que debe seguir siendo de esa manera”.

Mensajes

Por eso el hecho de que dejara el negocio se ha sentido en la zona. El Ayuntamiento de La Riba se lo ha agradecido a través de su página de Facebook. “Muchas gracias por estos años, familia. Os deseamos mucha felicidad en esta nueva etapa”.

Obsérvese el tratamiento de “familia”. El grupo de WhatsApp de Saelices de la Sal ha realizado una colecta para comprarle unos regalos. La dedicatoria es significativa: “Gracias por mantener viva la llama de la vida en nuestro pequeño pueblo. Gracias por acudir siempre con una sonrisa, por traernos el calor del pan recién horneado”.

Eso es. El cuerpo necesita alimento, pero el alma también. Y con cada barra Joaquín, panadero rural, llevaba también ese calor especial, el que conecta a las personas, el que mantiene la vida. Afortunadamente otros han cogido su testigo. La bocina va a seguir sonando, desde Maranchón hasta Ocentejo, desde Saelices a Ablanque. Sigue llegando el pan, continúa la vida en los pueblos.

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