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Salvemos La Alcarria: Capítulo 1

 

Un entramado empresarial con epicentro en Córdoba apunta hacia La Alcarria.

En septiembre de 2020, en pleno auge de solicitudes para polígonos eólicos y solares en toda España, apareció en el Registro Mercantil una sociedad diminuta: Entrepeñas Energía S.L. Constituida en Córdoba el 30 de septiembre de ese año, con un capital social de apenas 3.000 euros y sin trayectoria previa, nació con un único objetivo: tramitar una central hidroeléctrica en la provincia de Guadalajara.

Tras ese perfil modesto se esconde un actor veterano: Magtel Energía Sostenible S.L., filial del grupo cordobés Magtel, que figura como socio único desde el primer día. Su dirección fiscal coincide con la de otras filiales del grupo: C/ Gabriel Ramos Bejarano, Polígono Las Quemadas, Córdoba.

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Una constelación de sociedades “hermanas”

Entrepeñas Energía S.L. no es un caso aislado. En los meses anteriores y posteriores a su creación, Magtel puso en marcha toda una constelación de empresas con idéntico patrón: capital mínimo, objeto social amplio, administradores recurrentes y sede fiscal compartida.

En apenas 16 meses surgieron más de una docena: Benínar Energía, Puente Nuevo Solar, La Breña Solar, Guadalcacín Solar Flotante, J. Torán Solar, Cijara II Solar Flotante, Alarcón Solar Flotante, Yesa Energía, Valparaíso Solar, Cijara Energía Renovable…

Se trata de una red que extiende sus tentáculos sobre proyectos en distintos puntos de la geografía española.

El modelo SPV: aislar el riesgo, multiplicar el negocio

Esta fórmula empresarial responde al conocido modelo SPV (Special Purpose Vehicle o sociedad vehículo): cada proyecto se canaliza a través de una empresa distinta, lo que permite aislar riesgos y, sobre todo, vender la sociedad —con todos sus permisos— a fondos de inversión o multinacionales.

Para el territorio afectado, esto implica que no existe un compromiso real de permanencia: el promotor inicial puede desaparecer tan pronto cobre por la venta.

El resultado es que el impacto se fragmenta: sobre el papel cada proyecto parece pequeño, pero el conjunto puede transformar un paisaje, alterar rutas migratorias de aves, presionar acuíferos y borrar la identidad rural.

La Alcarria, objetivo estratégico

En Yélamos de Abajo, el polígono eólico proyectado no parte de una empresa vinculada a la comarca, sino de una pieza más de este engranaje corporativo. El peligro empieza incluso antes de que se erija la primera torre: con la subestación eléctrica.

Esa infraestructura es la llave de entrada: una vez concedida, abre paso casi de forma automática a aerogeneradores y grandes polígonos fotovoltaicos. La experiencia en otras regiones muestra un patrón: se acaparan ubicaciones estratégicas, se tramitan permisos y, más tarde, las licencias se revenden a corporaciones internacionales.

En La Alcarria, una subestación marca un punto de no retorno: atrae otros proyectos, encadena autorizaciones y consolida un corredor energético que convierte el llano en un polígono industrial a cielo abierto.

La sombra judicial sobre Magtel

El futuro del grupo Magtel no depende solo de sus operaciones energéticas. Dos de los hermanos propietarios están actualmente acusados de prevaricación administrativa, tráfico de influencias, malversación y fraude en relación con la adjudicación de la mina de Aznalcóllar (Sevilla).

El proceso judicial, en fase final, podría desembocar en sentencia en breve. Aunque no se sabe si habrá condena, el caso añade un componente de incertidumbre sobre la reputación y fiabilidad de la empresa que pretende instalarse en La Alcarria.

Un futuro en disputa

Para Yélamos de Abajo, la amenaza es concreta: el llano, hogar de águilas reales, cernícalos, gangas ortegas y otras especies protegidas, quedaría fragmentado por líneas de alta tensión, torres y vallados. El horizonte limpio que define La Alcarria desaparecería tras un bosque de aerogeneradores.

Todo comenzaría de forma silenciosa, con una subestación que en los papeles parece inofensiva, pero que en la práctica abre la puerta a una transformación irreversible.

La Alcarria no puede permitirse que sus valles y cielos se conviertan en un tablero de especulación energética. Una vez colocada la primera pieza, detener el resto será una tarea titánica.

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