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Brihuega: el maquillaje estacional-El pueblo detrás de la postal

 

Brihuega, en el mes de julio, se transforma en una postal de lavanda, paraguas, autobuses, cámaras, coches y más coches. Las instituciones desfilan para hacerse la foto, mientras los vecinos se ven obligados a ceder su espacio, su tranquilidad y su forma de vida. La imagen es idílica, pero ¿a qué coste? Se invierte en “adornar” únicamente las zonas de paso turístico, mientras otras calles donde también viven vecinos permanecen descuidadas. Hay dinero para el turismo de la lavanda, pero no para recoger la basura todos los días de la semana. Se arreglan las baldosas que pisan los visitantes, mientras otras zonas llevan años en mal estado.

Esa lógica de maquillaje estacional convierte al pueblo en un decorado, no en un hogar. El aparcamiento es un caos, los servicios públicos colapsan y no existe información pública sobre planes de emergencia, protocolos de actuación o refuerzos en el centro de salud, pese al aumento masivo de población. La ciudadanía vive a ciegas ante situaciones que exigen previsión y claridad. Mientras tanto, se privatiza el espacio común, se cortan caminos, se ocupan pistas deportivas como parkings, y el modelo turístico se impone desde el ayuntamiento sin diálogo ni consenso. La vida cotidiana se vuelve insostenible, empujando a muchos vecinos a marcharse en pleno verano.

El servicio en espacios municipales como la biblioteca, el gimnasio o el cementerio se ha reducido, con horarios que los vuelven prácticamente inaccesibles. En paralelo, el mercadillo ambulante y el caos de los aparcamientos improvisados funcionan las 24 horas sin control ni regulación. La prioridad institucional es evidente: se favorece lo que alimenta la postal turística.

Todo se planifica desde arriba, bajo la lógica del “sabemos lo que os conviene”, y cualquier voz disidente es tachada de “ir contra el pueblo”. El equipo de gobierno se disfraza de cercanía y se presenta como único intérprete del bien general. Pero no hay mayor populismo que vender como progreso un modelo que desplaza a quienes sostienen la vida del pueblo. En este escenario, la ciudadanía queda reducida al papel de figurante, tolerada solo si aplaude, o guarda silencio.

Lo que se presenta como impulso económico es, en realidad, un modelo desequilibrado. El gobierno municipal, se ha convertido en la Pandilla de los Sombreros, la Ostentación y el Engaño: una maquinaria de propaganda que transforma julio en un escaparate rentable para unos y penoso para otros. Es la sustitución de una comunidad viva por un decorado estacional, como si coordinar y gobernar fuera posar entre lavandas y lavandines.

Defender un turismo sostenible implica establecer límites claros a la masificación, como el control de aforos, diversificación de la oferta turística, y la regulación de aparcamientos, uso del espacio público, y la actividad comercial efímera. Además, quienes se benefician deben asumir parte de los costes que se generan. Otros territorios ya han implementado modelos más responsables, que incluyen acceso regulado, reservas en parking previo pago y participación de la población local, demostrando así que otro turismo es posible cuando existe voluntad política, visión territorial y una gestión transparente. En definitiva, el turismo debe ser un pacto justo entre quienes habitan y quienes visitan.

El verdadero desafío de Brihuega es seguir siendo un lugar donde vivir, cuando las cámaras se encienden y se apagan, cuando la lavanda florece y se siega.

Rodrigo Rey Viejo. Brihuega

 

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