Fue en la finca del Conde de Romanones, colectivizada en la Guerra Civil
Labores de construcción de los diques. Foto: Fondos de la BNE
Le da nombre a uno de los polígonos industriales de la localidad, pero Miralcampo es más, mucho más que fábricas y naves logísticas. De hecho, su nombre nos remite a la historia de Azuqueca, a una finca, a un conde, a un rey y a un río. Allí el Henares fue protagonista, tal vez a su pesar, de un episodio que habla del empeño del ser humano en dominar la naturaleza.
A menudo los ríos, contumaces, tienen la manía de desbordarse. Así, sus cauces rebeldes arruinan la vida que el agua regala generosa en sus orillas. Ocurría en la finca de Miralcampo con el río Henares, que anegaba las mejores tierras de labor en su crecidas. Para impedir Azuqueca domeñó su río, modificó su cauce en un capítulo que habla, sobre todo, de la ilusión y el esfuerzo colectivo.
Reportaje de 1937 en Campo Libre. Imágenes procedentes de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.
Para comprender el hecho en su magnitud hay que entender el momento histórico. Nos situamos en la Guerra Civil. Después del Golpe de Estado del 36 la finca de Miralcampo había sido abandonada por el conde de Romanones que, por cierto, la había utilizado en distintas ocasiones para recibir al Rey Alfonso XIII. La propiedad fue colectivizada por el sindicato anarquista CNT. “Estaba siendo infrautilizada y apenas servía como zona de mantenimiento de una cuadra de caballos”, dice José Luis Garrot en su obra “Las colectivizaciones en la Guerra Civil” (Los caballos del Conde, por cierto, corrían en el hipódromo de la Zarzuela y eran famosos por no ganar ni una carrera)
Desde Barcelona
Apuntes curiosos aparte, los trabajadores que colectivizaron Miralcampo aumentaron la producción, introdujeron nuevos cultivos e hicieron grandes mejoras. Una de las más importantes fue precisamente esta: desviar el río Henares, que pasaba por el centro de la misma e inundaba las mejores tierras de labor. Así, se construyeron espigones con material transportado desde Barcelona, de la fábrica y firma Bianchini; la obra costó medio millón de pesetas. “El río se alejó hacia su izquierda, buscando su salida por donde no hace daño”, afirmaba el delegado de la finca Jerónimo Gómez Abril en la obra “Los colectivizadores”, de Víctor Alba.
Zona de inundación que evitaron las obras. Foto: Google Maps (elaboración propia)
En su libro “Campo X”, sobre el aeródromo que funcionó en Azuqueca durante la Guerra Civil, el historiador azudense Juan Antonio García Sánchez nos ofrece una descripción detallada de la colectividad de Miralcampo y las obras que en ella se realizaron. Dice García Sánchez que la acción que más repercusión tuvo entonces “fue la puesta en práctica de un proyecto faraónico, con una financiación proveniente del gobierno central de medio millón de pesetas, que sirvió para desviar el cauce del río Henares”.
Recoge el historiador un dossier de prensa de la época, publicado en el semanario “Campo Libre” (30 de julio de 1937) en el que se pueden ver fotografías sobre la construcción. En el propio reportaje se afirma que “la obra comenzó en los primeros días de junio y se piensa terminar en septiembre. Hay terminados ya dos espigones y el valor de la fábrica se calcula en unos 25.000 duros”
Restos de los diques. Foto: Sergio de la Cruz.
Aunque en mal estado por el lógico paso del tiempo, los restos de esos diques que permitieron desviar el Henares aún se pueden observar. A simple vista parecen un montón de piedras semiderruidas pero, para darles un significado, hay que conocer la historia. Personas como los integrantes de “Azuqueca en la Senda del Tiempo”, Cecilio García, Jesús de la Cruz, Alejandro Mañas, Eugenio Baras y Sergio “Flyp” de la Cruz (suyas son algunas de las fotos de este reportaje) la mantienen viva. El bloguero Eduardo Sánchez también ha contribuido a conservar el recuerdo de este episodio. La referida obra de García Sánchez es el último intento por rescatar esta parcela de la historia local.
Hospitales
Pero, con ser ese, el desvío del río, el principal asunto que nos trae a colación, no fueron los únicos avances instaurados en Miralcampo durante la Guerra Civil. Así, la colectivización de la CNT fue mucho más allá. Se construyó una granja avícola, otra de conejos, un establecimiento para la fabricación de pan. Se levantó también una escuela y un economato que abastecía a 600 u 800 personas, según las fuentes…”la colectividad de Miralcampo creó un servicio de asistencia a los hospitales de Madrid, con la aportación diaria gratuita de frutas y alimentos”, recuerda el testimonio del responsable, Jerónimo Gómez Abril.
Alfonso XIII y Romanones, en Miralcampo (1916). Foto: Archivo Provincial Guadalajara.
Al finalizar la contienda Romanones volvió a su finca y quedó maravillado con el resultado. El Conde consiguió que Gómez Abril, preso en la cárcel de Guadalajara, fuera puesto en libertad y le ofreció la dirección de sus propiedades. El anarquista rehusó, lo que no impidió que continuarán en contacto.
Casi treinta años después de todo aquello, de cambiar el curso del río, llegó la industria como una crecida, como una inundación, y Azuqueca no quiso contenerla. En lugar de poner diques le abrió las puertas de par en par.