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¿Es esto justicia?

 

Señor director:

Le escribo desde la desesperación más profunda, con el corazón en un puño y la voz rota de impotencia. Soy la tía de una niña de apenas cuatro años que está a punto de ser entregada, por orden judicial, a un hombre al que no conoce, y al que su propia madre —mi hermana— denunció por maltrato antes de morir.

Mi sobrina ha crecido en Sigüenza desde que tiene uso de razón. Cuando mi hermana falleció trágicamente en un accidente en 2023, esta niña quedó al cuidado de nosotros, su familia materna. Le dimos lo único que podíamos ofrecerle tras perder a su madre: amor y estabilidad. Ha crecido entre familia que la adora, primos que son sus hermanos, y una tía —yo— que haría cualquier cosa por ella.

Ahora, en medio del verano, el Juzgado de Arenys de Mar ha ordenado su entrega progresiva a su padre biológico. Un hombre que nunca la crió, que no se interesó por ella hasta después de la muerte de su madre, que fue denunciado por violencia de género y que tenía una orden de alejamiento. Un hombre que ni siquiera ha hecho una sola llamada telefónica para intentar conocerla.

¿Es esto justicia?

¿Cómo se puede ordenar, con frialdad, que una niña que ha vivido la mayor parte de su vida con nosotros sea separada del único entorno que conoce y ama? ¿Cómo se puede ignorar su bienestar emocional, sus raíces, su estabilidad? Hay informes sociales que acreditan que la niña está bien, feliz, integrada, segura. Pero nada de eso ha importado.

¿De verdad se va a permitir que sea arrebatada de los brazos que la han cuidado siempre, solo por una cuestión legal, sin tener en cuenta su miedo o su inocencia?

Mi sobrina no entiende de juzgados ni de plazos. Ella entiende de abrazos, de cuentos antes de dormir. Y ahora quieren arrebatárselo todo. ¿Qué pasará con ella cuando se vea sola, lejos de los suyos, con alguien a quien ni siquiera reconoce como padre?

No escribo esto solo como tía. Escribo como mujer, como ciudadana, como ser humano. ¿Qué clase de sociedad somos si no somos capaces de proteger a una niña que ya ha sufrido demasiado?

Señor director, le ruego que no deje este caso en el olvido. Que se escuche nuestra voz, que se escuche la de la niña —aunque no pueda hablar todavía con palabras grandes—. Que alguien, en algún despacho, recuerde que la infancia no se protege solo cumpliendo leyes, sino también usando el corazón y el sentido común.

Gracias por leer estas líneas que solo quieren ser un grito de auxilio.

Atentamente,

Belén Cabra López

Tía de la menor

Sigüenza

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