Un cuaderno recoge las actas de inspección a la profesora en sus primeros años
Plácida con sus alumnas, en 1954. Foto:CMSR (Cedida Archivo Azuqueca Senda Tiempo)
“Los parvulitos leen, escriben, dibujan, recitan poesía y oraciones, se inician en el amor a la Patria... La Sra. Maestra se vale de una Pedagogía que es juego y de un juego que es Pedagogía”
El 14 de noviembre de 1940 David Pérez, Inspector Jefe de Primera Enseñanza de Guadalajara, dejaba constancia de su visita a la pequeña escuela de Azuqueca señalando la “agradable impresión” que le produjo la forma en que “esta señorita tiene organizada su cotidiana labor”
Esa señorita no era otra que Plácida Herranz, Doña Plácida, la maestra. Su tarea marcó una época en la enseñanza y dio lugar a una saga familiar de mujeres que también ejercieron su labor educativa en la localidad. Desde finales de los 90 del siglo pasado, uno de los colegios públicos de Azuqueca lleva su nombre.
Libro de actas de inspección. Foto: cedida.
El Inspector Jefe plasmó aquellas líneas en un cuaderno de visitas que ha resistido el tiempo. Un pequeño libro de tapas duras color burdeos y hojas de un blanco añejo arañadas por el lápiz, el bolígrafo o la pluma, según el caso.
Recogen diez informes, realizados entre 1940 y 1965, sobre la escuela de párvulos y la Nº2 de Niñas de la localidad. En ellos se habla, entre otros aspectos, de la vocación de la profesora, de su conciencia profesional y del “verdadero cariño que le profesan sus pequeños discípulos”
Llegada a Azuqueca
Nacida en la localidad alcarreña de Padilla del Ducado, Plácida Herranz llegó a Azuqueca de Henares en los años previos a la Guerra Civil. Tras ser profesora interina en Sigüenza y Saelices de la Sal, su primer destino “en propiedad” lo tuvo en la localidad pacense de Don Benito, desde donde llegó, un año después, a Azuqueca de Henares.
La maestra, en la inauguración de una fuente. Foto: Cedida Calles Azuqueca.
Tomó posesión el 10 de junio de 1935 y se jubiló a mediados de los 70. Fueron cuatro décadas, tiempos de guerra y posguerra, crecimiento, transformación local y anuncios de cambios a nivel nacional.
La maestra se encargó de la educación de varias generaciones de azudenses, además de desempeñar otras actividades apartadas de su labor docente como, por ejemplo, preparar a las niñas para la comunión.
A Plácida Herranz, Doña Plácida, se la puede ver, o adivinar, en fotos históricas de Azuqueca que corren por las redes, como la típica de la maestra con sus alumnas o esa otra, en la inauguración de la fuente de San Isidro, junto a su esposo, el secretario municipal José Sotoca.
Precisamente las hijas de este continuaron su legado educativo en la localidad azudense. Milagros, profesora de Lengua y Religión, y Carmen, más conocida como “La Tita”, maestra de Párvulos, fueron dos mujeres que educaron a muchas generaciones de azudenses.
Plácida, con Carmen Sotoca, "Doña Tita". Foto: cedida.
Homenaje
Al igual que Plácida Herranz, ambas trabajaron en el colegio “La Paz”, antes denominado “XXV años de Paz”, un centro de grandes dimensiones que terminó dividiéndose en dos.
Uno de los colegios resultantes (el matriz, el original) se quedó con el nombre de “La Paz”, mientras que el otro, ubicado en la carretera de Alovera, se denominó “Azuqueca III”. El cambio de nombre, según la documentación que conserva el colegio, se produjo a finales de siglo. “En el claustro de 5 de junio de 1998 se informa de la propuesta de la comisión del consejo encargada del cambio de nombre” afirma Víctor Calvo, actual director del centro “también se dice que van a celebrarse actos de descubrimiento de una placa”. Plácida Herranz, fallecida a mediados de los noventa, tenía así un justo homenaje a su labor educativa.
Colegio público "Maestra Plácida Herranz". Foto: Google View.
Y precisamente en ese colegio desarrolló los últimos quince años de su labor docente otra maestra, Conchi Sotoca, la última de la saga familiar.
Fue entre 2003 y 2018, más de 80 años después de que una mujer de 28 años, Plácida Herranz, llegara a Azuqueca y comenzara una tarea que, con el tiempo, terminó dejando huella.