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El Ave Fénix

 

Angel o demonio, muchas veces herido pero nunca caído. Supo navegar por una España de posguerra, sentir los vientos de las escasas bonanzas económicas y capear las tempestades de las crisis.

He fallecido Felipe Gómez Espada, el último tratante de la Alcarria, con todo lo que ello conlleva. Hombre forjado a sí mismo sin antecedentes familiares en el mundo de los toros, consiguió lo que muchos sueñan, ser respetado y referente en un mundo tan complicado. Conocía todas las ganaderías y para dónde servían sus toros.

"Felipe firmaba tratos con la mano, arreglaba precios en la barra del bar y cobraba a la sombra de una encina. Cuando llegó la época de los pliegos telemáticos, los toros por fotos de wassap y pagos de pagarés su imperio se resintió pero nunca dejo de ver un toro en su finca".

Tuvo que aguantar cuando llegaron tiempos que hablaban otro idioma al suyo. Felipe firmaba tratos con la mano, arreglaba precios en la barra del bar y cobraba a la sombra de una encina. Cuando llegó la época de los pliegos telemáticos, los toros por fotos de wassap y pagos de pagarés su imperio se resintió, pero nunca dejó de ver un toro en su finca.
Felipe necesitaba mascar el mismo aire que los toros y mirarlos durante horas en su media finca de Valdosancho, desde el tejadillo de uralita, en su silla roída, a la sobra de un sombrero de paja, siempre viejo, mientras un gato le rondaba. Podía estar horas sentado esperando compañía mientras disfrutaba de sus siempre gordos animales. Decía que la forma de averiguar el juego de los toros es estar viéndolos durante horas: “Hay pocos animales que te engañan, aunque aun así los hay”. De su imperio solo se levantaba para echar la partida, dos veces al día en el bar de Armuña y los martes en Aranzueque.

"En un país hipócrita y cainita, que solo reconoce a la gente cuando muere, decir que Felipe fue el mejor y más bueno sería tan falso como decir que fue el más fiel. Felipe fue independiente e hizo lo que le dio la gana. Trabajó en lo que le gustaba, que eran los toros, el trato y ni una cosa ni otra se sabe cuando empiezan y acaban".

Gomez-Espada-ValdosanchoFelipe Gómez Espada.El trato era su vida, necesitaba todos los días el regateo, el tensar la cuerda sin romperla, el dar vueltas hasta encontrar ese punto de encuentro. Su día no era completo si no había vendido una vaca. Si el trato no se había cerrado no se conciliaba el sueño igual.

Fue casi de todo en su vida: pastor, alcalde, empresario, jugador, carnicero… pero todo al final alrededor del toro. Animal al que dio hasta su último aliento cuando en un año tan complicado como el 2020, llamó a todos los alcaldes para que dieran toros, organizó festejos en su finca y hasta encierros por el campo en sus cercados.

En un país hipócrita y cainita, que solo reconoce a la gente cuando muere, decir que Felipe fue el mejor y más bueno sería tan falso como decir que fue el más fiel. Felipe fue independiente e hizo lo que le dio la gana. Trabajó en lo que le gustaba, que eran los toros, el trato y ni una cosa ni otra se sabe cuando empiezan y acaban.

Su inseparable libreta está sobre la mesa y solo su tocayo sabe leerla, porque es el único que hablaba su idioma. Ayer los toros mugían barruntando cambios de tiempo. Hoy hace viento y frío.

Jaime HITA

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