Yélamos de Abajo (La Alcarria – Guadalajara) – Lo llaman desarrollo, pero se parece bastante a un desalojo. A un desalojo sin maletas, sin anuncios, sin resistencia. Simplemente, un día te despiertas y donde antes había trigo hay un vallado. Donde pastaban las ovejas, ahora se extienden los cables. Donde el horizonte era limpio, hoy se alza un catálogo de torres, tuberías y acero.
El proyecto, según las autoridades, “aprovecha un espacio sin conflicto”. Es decir: sin ruido. Sin oposición. Sin vecinos en las noticias. Sin pancartas. Sin preguntas. Un territorio perfecto.
La subestimación de bombeo y almacenamiento, rebautizada con entusiasmo institucional, ha sido la avanzadilla. Tras ella, llega el cortejo: aerogeneradores, placas solares, centros de transformación, torres de alta tensión, centros de datos, fábricas de hidrógeno. Todo en nombre del bien común. Pero no está claro de quién es ese bien, ni a quién se ha preguntado.
Mientras se firman convenios de colaboración, la población —quien aún queda— no ha recibido más que el eco del silencio. No hay convocatorias, ni asambleas, ni informes.
Aquí no vive nadie importante, piensan algunos. Por eso lo arrasan todo. Porque donde no hay resistencia, todo es campo. O mejor dicho: todo es negocio.
ALIENTE, Alianza Energía y Territorio