Tenía tan solo 8 años cuando el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, apareció en la “primera cadena” de la televisión y en los transistores de miles de las casas de los españoles para decir -con ese rictus facial serio y triste inolvidable- una de las frases más célebre de nuestra historia: "Españoles... Franco ha muerto". Aquel 20 de noviembre de 1975, Francisco Franco había muerto en la cama y comenzaba un camino difícil que debía suponer una transición hacia la democracia. Los niños no fuimos al colegio ese día, tocaba hacer un luto que se vivía entre confusión, miedo y alegría; y sobre todo tocaba abrir bien los ojos ante ese momento tan crucial de la historia de España, que iba a dar paso a un futuro incierto pero lleno de oportunidades.
Pertenezco a la Generación X, esa generación que se caracteriza por ser individuos independientes, resilientes y adaptables; somo muy “juncos” porque hemos tenido que amoldarnos a muchas transformaciones y crecido en un mundo con cambios sociales y tecnológicos significativos, como el auge de los ordenadores personales y el fin de la Guerra Fría. Somos una generación pragmática, orientada a la resolución de problemas. Hemos sido bisagra entre lo analógico y lo digital. Aún recuerdo aquel primer Spectrum que mi querido vecino Rafa nos dejaba manipular; hemos sido testigos del nacimiento de la telefonía móvil y de esos “ladrillos” pesados y enormes, con una antena interminable. Hemos visto crecer internet tan rápidamente que no éramos verdaderamente conscientes de lo que suponía. Somos una generación con mucha tolerancia a la frustración, con espíritu crítico, con empatía, con autosuficiencia entre dos mundos, con capacidad de esfuerzo y muy disciplinados, escépticos y autosuficientes: hemos crecido cuestionándonoslo todo.
El País ha publicado estos días una encuesta con este motivo del cincuenta aniversario de la muerte de Francisco Franco que analiza y estudia para ver si los españoles preferimos una democracia o un régimen autoritario y para que valoremos el régimen franquista y la Transición y las consecuencias de la dictadura o los vínculos ideológicos o simbólicos con el franquismo. Los resultados son dignos de hacer una parada y una reflexión: casi tres cuartas partes de la población (73,7%) consideran que la democracia es preferible a cualquier otra forma de Gobierno, mientras que un 17,4% cree que solo en determinadas circunstancias un régimen autoritario puede ser preferible. Por franjas de edad, casi una cuarta parte de los jóvenes considera que puede ser mejor un sistema no democrático: 23,6% en el caso de la generación Z (18-28 años) y el 22,9% en los millennials (29-44). En ambos casos, el 65% cree que la democracia es preferible, siendo un porcentaje inferior al de la generación X (45-60 años) con un 75% y al de los Boomer (61 o más) con un 84%.
Medio siglo después de la muerte de Franco, su figura sigue presente en el debate público y lo que es peor sigue siendo usado políticamente a pesar de que Franco es una figura muy lejana para esta juventud, que tiene una visión muy condicionada y sesgada debido principalmente a las influencias del entorno en que ha vivido, en las que se ha criado, a las fuentes que bebe; y sobre todo supeditado a la realidad actual que vivimos con una política embarrada de corrupción, una democracia que chirría sin independencia judicial y con una falta de representatividad real de la ciudadanía.
La muerte de Franco supuso un camino difícil hacia una democracia que parecía como la cumbre de una montaña: inalcanzable y con un duro camino de transición. Pero aquella democracia que surgió de la Transición es bien frágil, 50 años después; y eso los jóvenes lo detectan; por eso, posiblemente, una cuarta parte de ellos ve preferible en determinadas circunstancias un régimen autoritario. Es clave y responsabilidad de todos hacer madurar nuestra democracia, transformarla, limpiarla, protegerla, defenderla, respetarla y comprenderla, para que sus principios básicos sean incuestionables y no dudemos de ellos.
Antonio de Miguel.






